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El rastreo es una forma de acercarnos a los animales con los que convivimos. Sus recorridos, sus esfuerzos para conseguir alimento, sus escaramuzas, el afán por la territorialidad, sus formas de aseo, hasta sus muestras de alegría. Todas sus actividades pueden quedar recogidas en cualquier elemento que haya tenido la oportunidad de ser testigo del comportamiento de la fauna. Esos testigos nos pueden revelar sus secretos: no sólo la especie que vieron, también qué estaba haciendo, qué motivaciones tenía, qué sabía hacer para satisfacerlas.

Para interpretar sus secretos necesitamos seguir aprendiendo siempre. Por supuesto, sobre la forma de sus patas, dientes, alas, huevos... todo lo referente a sus formas. Pero también son necesarias sus costumbres, y las excepciones a esas costumbres: cuando cambia el hábitat, las condiciones meteorológicas, el tipo de presencia humana...

Rastrear significa seguir aprendiendo.
Es una motivación más para consultar bibliografía, a otras personas, compartir salidas de campo, fotos, y, por supuesto, rastrear supone sorprenderse cuando descubres algo que no te esperabas, pero que las señales indican que sí, ¡ha pasado este animal por aquí!, ¡y ha hecho esto, no me lo puedo creer!

30 jul 2016

Huellas de Milano

Huellas de Milano





Es gratificante ver como con el paso de los años las huellas de la animales que antes te parecían casi imposibles de identificar y demasiado escasas como para llegar a aprender de ellas, se convierten en algo habitual e inconfundible. Llegan a formar parte de los charcos o de la arena como algo casi cotidiano y es entonces cuando miras atrás y te acuerdas de las horas y horas detrás de aquellos milanos a ver si con suerte, alguno se posaba en lugar susceptible de ser modificado, de una manera que se apreciara la preciosa marca de sus huellas.  Todas estas cosas y algunas más hacen que el campo nos cuente continuamente de lo que ocurre y lo que ha ocurrido y nos enriquece.




                                    
Existen ligeras y muy sutiles diferencias entre las huellas de un Milano negro y las de un Milano real, tan sutiles y ligeras que ni siquiera aun me voy a molestar en intentar explicar. Quizás ni siquiera pueda.

De este modo, veremos las huellas de ambos milanos juntas; con sus características en común.

Aunque normalmente estamos acostumbrados a disfrutar de ellos en vuelo o posados, son aves que cuando bajan a comer o beber tienden a dar pequeños paseos.

Se pueden encontrar huellas de milano en cualquier charco, pista forestal, escombrera, sembrados....

Como casi todas las aves, son amantes de los buenos baños y los necesitan, por todo esto no es raro encontrar sus huellas allá donde habiten.


                                            HUELLAS DE MILANO 

  • Poseen 4 dedos con lobulaciones bien marcadas y uñas fuertes bien marcadas.
  • El tamaño aproximado teniendo en cuenta las diferencias entre sexos y especies de unos 8, 5 cm.
  • El dedo III es con diferencia el más largo, seguido del IV y el I y dejando el dedo II apreciablemente más corto.
  • La disposición de los dedos en muy característica pero también variable. El dedo I puede aparecer recto cuando se desplaza paseando o inclinado hacia el exterior sobre todo, si acaba de posarse. Digamos que parece que lo inclinar para equilibrarse en caso de necesitarlo.  El dedo IV puede llegar a tener un ángulo de apertura de casi 90º grados aunque también puede aparecer mucho más pegado al dedo III.



  • El dedo I posee un lóbulo muy regordete que junto a la disposición inclinada puede hacer parecer que el dedo está totalmente torcido, esto quizás sea lo más característico en las huellas de milano.
  • Se desplazan a pasos con las patas un poco separadas dejando así la impresión de sus huellas una detrás de otras pero sin llegar a estar alineadas.

Espero que con esto, sea suficiente para que algún día en cuclillas junto a un charco, podáis disfrutar del placer de reconocer una preciosas huellas de milano.